Estefanía Romero es maestra de jardín, referente comunitaria, fundadora de la ONG Esperanza Hoy Siempre y coordinadora del Jardín Comunitario Virgen del Cerro, en Lomas de Zamora. Pero, por sobre todo, es una mujer profundamente comprometida con la convivencia, la diversidad y la primera infancia como motor de transformación social.
En el jardín que coordina —al que hoy asisten 50 niños, 10 de ellos con discapacidad— se vive una inclusión real y cotidiana: niños con y sin discapacidad comparten juegos, aprendizajes y emociones desde una pedagogía que pone el foco en el respeto y el vínculo.
“No hay diferencias. Podemos compartir todos juntos el día a día”, afirma Estefanía, que trabaja como maestra en la sala de cinco.






Estefanía convive espina bífida y vejiga neurogénica. Con una claridad impecable, comparte su recorrido de vida y los desafíos que enfrentó para lograr una vida autónoma, activa y profundamente comprometida con otros.
Desde su rol como mujer con discapacidad, visibiliza su diagnóstico sin victimismos, impulsando charlas, encuentros y campañas de concientización.
“Tenemos que cuidarnos, sí, pero también saber que se puede vivir plenamente”, sostiene.
La maratón Rodemos Juntos, organizada desde su ONG y ya en su cuarta edición, es uno de los ejemplos más potentes de su inquebrantable compromiso por una inclusión vivida con alegría, movimiento y participación colectiva: personas con y sin discapacidad, de todas las edades, recorren juntas 800 metros en un evento que contagia comunidad.
“Queremos mostrar que todos podemos correr, compartir una merienda o disfrutar un show, más allá del modo en que nos movamos” – Afirma con una convicción implacable






En 2025, Estefanía concretó uno de sus grandes sueños: convertirse en mamá. Y junto a ello, transformar la vida de un pequeño de 4 años con discapacidad. Después de un proceso largo de adopción, recibió en su casa a un niño, con quien comparte la vida cotidiana, las actividades del jardín y los días felices.
“Fue un proceso largo, pero maravilloso. Lo soñé toda la vida y se hizo realidad. Hoy construimos nuestro vínculo día a día. El amor que nos tenemos es increíble”.
Ser mamá, para Estefanía, también es una forma de construir futuro: acompañar, cuidar, enseñar, pero también aprender.
“Me gustaría que el día de mañana, mi hijo diga que le enseñé a vivir más allá de cualquier circunstancia, que la discapacidad es una circunstancia, pero no define lo que uno puede ser”.
Además del jardín, la ONG impulsa un centro educativo inclusivo con talleres de musicoterapia, psicopedagogía y clases de apoyo, al que asisten chicos de otros jardines y escuelas. Con las puertas siempre abiertas, invitan a familias, niños y profesionales a compartir actividades, a aprender juntos y a construir una comunidad donde “cada persona pueda ser su mejor versión”.
“La inclusión se vive desde el juego, el vínculo y el respeto. Nadie es igual al otro, con o sin discapacidad. Y eso es lo que nos enriquece”, explica Estefanía, mientras prepara con su equipo el cierre del proyecto institucional del año: Pequeñas Grandes Emociones, inspirado en el cuento del monstruo de colores.
El entorno físico también importa. Las herramientas que habilitan autonomía y comodidad en la infancia son claves para sostener procesos de participación.
El jardín es hermoso, cada rincón está lleno de vida. El diseño integral del espacio físico da la posibilidad a que las personas puedan desplazarse con autonomía.
Paredes que comunican diversidad, murales, carteleras y afiches con mensajes claros de convivencia. Un entorno que anticipa la utopía que todos buscamos: un lugar donde la diversidad es la característica más humana y cotidiana.
Y en ese espacio mágico, también hay mesas Robbina, que se ajustan a cada niño, promoviendo una postura cómoda y el desarrollo de actividades para todas las infancias.




No te pierdas ningún detalle del hermoso comento compartido con Estefanía en la entrevista. Compartimos el video completo:
Muchas gracias por leernos!
Nos vemos en la próxima edición de RobbiNotas.